domingo, 24 de agosto de 2008

Borges: La emoción estética de leerlo

La mano que escribe vale
lo que la mano que ara.

Arthur Rimbaud

Guillermo Sención Villalona

“A mí, tan luego, hablarme del finado Francisco Real. Yo lo conocí, y eso que éstos no eran sus barrios porque él sabía tallar más bien por el Norte, por esos laos de la laguna de Guadalupe y la Batería. Arriba de tres veces no lo traté, y esas en una misma noche, pero es noche que no se me olvidará...”

Así tuve mi primer encuentro con Borges, el cual devino en perenne contacto con su vasta obra literaria. Ahí vino mi lectura festinada del resto de sus cuentos, de su poesía, y, posteriormente, de sus trabajos de crítica y sus ensayos, sugerentes en su contenido.

El notable escritor argentino fue a mi entender dueño de una de las plumas más atrayentes, sugestivas, de la lengua castellana. Fue el autor que poseyó la virtud poco frecuente de crear pasión en sus lectores.

Este auténtico artista de la palabra compone el selecto grupo de escritores en cuyas líneas no aparece una expresión zafia; cada palabra es colocada en el sitio preciso, y es la precisa.

En una entrevista Pablo Neruda opina de Borges: Es un gran escritor, y caramba, estamos muy orgullosos la gente de habla española de que exista Borges, sobre todo la gente latinoamericana, porque antes de Borges teníamos muy pocos escritores que podían afrontar la comparación con los de Europa. Hemos tenido grandes escritores, pero un escritor de tipo universal, como Borges, se da muy poco en nuestros países. El ha sido de los primeros. No puedo decir que ha sido el más grande, y ojalá que sea cien veces superado por otros, pero de todas maneras él abrió la brecha, la atención, la curiosidad inte­lectual de Europa hacia nuestros países...”.

Jorge Luis Borges fue sin dudas un escritor contradictorio, lo que nos dejó ver con más transparencia en sus posiciones filosóficas y sus ocasionales declaraciones públicas, donde el cinismo adquiere ribetes estéticos, dado que para cualquier opinión salida de sus labios manejó siempre la ironía, ese sarcasmo que nos deja cercados por un torbellino de especulaciones y cuestionamientos sin respuestas lógicas.

El genial bonaerense es sinonimia de escritor original, con un modo de decir muy particular (aunque en ocasiones se nos muestre reiterativo) tanto en su temática, amplia, como en su estilo, que yo llamaría, muy personal.

Llevados de su mano podemos maravillarnos de las emociones que produce el arte del buen decir, del escribir con concisión y de manera precisa y casta.

Este autor ha sido uno de los que han penetrado con más fervor en el conocimiento de las lenguas y la literatura universal. Así, dice: “De mí sé decir que soy lector hedónico, leo libros por la emoción estética que me deparan y postergo los comentarios y las críticas”.

De mí sé decir que no rechazo la emoción estética de leer a Borges.

Puerto Plata, R. D.

Enero, 1988.