domingo, 11 de mayo de 2008

CARLOS SUERO y el manejo de la diversidad temática


Por:

Manuel Almonte

Artista plástico

Asistimos al más reciente y fructífero esfuerzo creativo del artista plástico Carlos Suero. En esta entrega, “Torbellino de Mariposas”, se refleja la más fehaciente muestra de una capacidad no muy común en el manejo de lo que podríamos establecer como la diversidad temáticas de un artista que siempre se encuentra excitando las huellas de un esfuerzo que sirva como ligamento consciente para una plástica nacional con niveles de aportes exquisitos a la cultura universal.

La diversidad temática debe ser entendida como parte esencial de una trama en que todo artista verdadero tiene que dejarse absorber por lo que parecería ser un inescrutable agujero negro mediante el cual se penetra al proceso de la investigación constante, dando así con las pautas necesarias que lo llevan a descubrir que el entumecimiento creativo no puede llegar jamás a ser parte de su cotidianidad.

Es la diversidad temática, pues, el umbral que nos remite a la morada mágica de la creatividad.

¡Si vos podéis crear un mundo, por que te conformas con solo una estrella! Parecería decirnos la lógica más simple de la vida.

En verdad, no es creíble el artista que se maneja al margen de la diversidad temática. Si esto lo entendemos a tiempo es porque en la vida, y como artista, intentamos ser ente medianamente amplio en el ejercicio mental y de Norte preciso. Así tendríamos algo más que suficiente para gritarle al mundo que somos nosotros parte de esa humilde elite creativa que más se parece a Dios.

El mundo no seria tal sin el aporte decisivo del arte en general.

El arte es lo primero que interviene en la formación del hombre, luego su duro trabajar.

El arte, en tanto educa y transforma al hombre, es un peligro para el mal, por eso es entendible el que esta sociedad patee y pervierta su difusión.

Al llegar aquí, debemos subrayar que el artista, además de manejarse con claridad meridiana en cuanto a pulir su don de originalidad creatividad, debe sostener criterios definidos al lado de los sentimientos más puros del ser humano. Solo esto bastaría como muestra de su apuesta al enfrentamiento de dicha perversión.

El artista sensato nunca confundirá el simple y amargo ejercicio profesional con el correcto derroche de ideas que inusitadamente se desbordan en todo el proceso de creación. Este derroche debe fluir en libertad y sin consideración de las ataduras mercuriales de una profesionalidad que, enmarañada así, puede llegar a ser más que alienante; destructora definitiva de una facultad tan especial como la de ser creador. Carlos Suero, de más en más, establece el entendimiento preciso de esos y otros preceptos que en cierta forma definen al artista que conoce su rol como parte integral de un mundo de múltiples vaguedades.

En cualquiera de sus obras el artista debe poner un fragmento de su alma sin importar consecuencias ajenas al trabajo de creación.

A la cotidianidad y su manto gris no se le puede ceder ni siquiera un ápice, pues de hacerlo, nos consumiríamos en la más absurda de las desventuras.

Carlos Suero, en “Torbellino de Mariposas”, ratifica y define sus condiciones de trabajador de la cultura, que adjunto a la brillantez de su paleta, hace todo lo posible porque en sus andanzas Quijotesca por este mundo incierto las atosigantes cargas de los intersticios de su vida ocupen el lugar correspondiente, y no logren dañar sus ingentes aportes al tinglado creativo de la plástica dominicana.

Otra de las condiciones humanas y artísticas de Carlos Suero es su experimento didáctico con una Pléyade de niños y jóvenes que al beber de su sabia fecunda podrían llegar a ser parte ¿por qué no? del futuro plástico dominicano.

Carlos Suero tiene muchas facultades como artista y como ser humano, pero hay una, que por ser la más importante, debí tratarla al principio de este bosquejo critico, y es la sinceridad para entender que a pesar del tiempo en el ejercicio pictórico, siempre nuestra obra estará un poco más atrás de lo que podría llamarse la pincelada final, que solo dará nuestro salvador o verdugo: el padre tiempo.

Es por ello que el dominio de la realidad artística se convierte en una quimera tras la cual nuestros pasos, sean imperceptibles o no, de principiantes o fallidos deben ser juiciosamente dirigidos. Esto es lo que nos lanza a un constante resto creativo y de investigación. ¡Siempre seremos aprendices!

En eso Carlos Suero está más claro que el canto mañanero del ruiseñor que es limpio y puro como una gota de roció que pende del borde de una hoja en monte adentro.

En Carlos Suero, la agilidad creativa esta ligada a una carga natural de rebeldía sutilmente contenida, y por demás, no entendida, que bien orientada podría llegar a convertirse en una muestra inequívoca de la dosis de sensibilidad necesaria que requeriría un artista frente a su entorno. Esto, naturalmente, es parte del fundamento definitorio de superación y cambio que a Carlos Suero, lo define como creador.

El arte está llamado a ser entendido y disfrutado por todo, solo falta que se orienten los fundamentos de sensibilidad espiritual y colectiva junto a parámetros claramente materiales para que podamos ver los finos frutos que el arte ha de dar al ser humano.

Ese día el hombre volverá a ser hermano del hombre y sus más bellas utopías, entonces, lo reafirmamos de nuevo, la paleta de Carlos Suero está llamada a ser parte indefectible de esa masilla experimental, constante y consciente de una plástica, que como la dominicana, tendrá que llegar a ser segmento del arte universal.

Mayo 2008