domingo, 13 de enero de 2008

EL MUNDO DE MATILDE: SUEÑO DE LA HUMANIDAD

Señor:

Freddy Ginebra

Santo domingo, D. N.

Es Cristo quien dice que seria necesario nacer de nuevo, ser niño, para poder acceder al reino de Dios.
Resultan tan hermosas esas palabras del señor, tan tiernas, tan dulce y esperanzadora. Es que ellas reflejan la promesa de protección eterna para sus más indefensas criaturas; nosotros.

“Nada como el amor…” Solo el amor enternece al hombre sin importar el grosor de la coraza espiritual que impide su integración con los demás.
El día en que los hombres, concientemente, se dejen atrapar por eso que se llama Amor, como aconteció con el señor Freddy Ginebra al tropezar con una niña en un lugar cualquiera de la ciudad, momento que narra delicadamente en su columna de la revista Estilos del Diario Libre, el sábado 24 de noviembre del 2207, narrativa mediante la cual crea un impresionante y fino retrato que deja sentir el delicado perfume que exhala la interioridad de la tierna infanta, entonces podremos augurar que la humanidad comienza a erguirse hasta Dios.
Existen seres tan especiales, como Matilde, que pueden ser el espejo en que se refleje la gran espiritualidad que se encuentra prisionera en nuestro adentro, la que puede brotar impetuosa ante la ingenuidad, pureza y limpidez de la sonrisa de un niño, o al ver la brillantez de los colores de una flor, el agua que se escurre por la superficie de la madre tierra y serpenteando alegremente formas finos dedos ensortijados que van a descansar a la inmensa mar , percibir la danza ejecutada por una hoja al caer mecida levemente por una sinfonía del viento, una brizna de hierba adornada por un rosario de perlas de roció, un pajarillo que salta juguetón de rama en rama por los ya escasos árboles del bosque, o el canto de la cigarra, o el trino del ruiseñor al tomar un baño de sol en una mañana de niebla. Sed de amor, ternura y justicia que un día será maná para la humanidad toda, es lo que hace falta sentir.
Atrevernos a ver el rostro puro y desprotegido de un niño y ser capaces de llenarnos de los más puros sentimientos de solidaridad; reflejo de lo que debe aspirar el hombre como sagrada meta de superación espiritual para crear esa utopía que el creador espera de nosotros: la construcción del paraíso terrenal, donde el hombre vuelva a ser hermano.
En verdad lo que Freddy es capaz de ver en la profundidad del de los ojitos de Matilde no es más que el reflejo de sus propios sueños, quizás latentes, quizás dormidos, pero no dejan de ser parte de los más puros apetitos de los hombres buenos para la redención de la humanidad. Lo afirmo así, sin tener el honor de conocer de cerca al señor Freddy Ginebra, porque nadie puede percibir el amor de tal manera sin sentirlo a profundidad.
Los buenos, indefectiblemente, llenaran la tierra para liberarla del mal y sembrarla de amor. Esa es la dulce sinfonía que hoy resurge en nuestra América morena como ejemplo para la humanidad toda.

Atentamente:

Manuel Almonte

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