viernes, 29 de junio de 2007

JOSE LUIS MARMOLEJOS –JOCHY-

Y EL EJEMPLO DE LA NOBLEZA SOLIDARIA

Por: Manuel Almonte

Transcurría una mañana fría, íntima y alegre. Era Domingo, 10 de Enero del presente año 2007. Departíamos con los camaradas de la FR de San Francisco de Macorís en su fiesta tradicional de fin de año que inexplicablemente realizan a principio del siguiente… ¡Vainas de los Francomacorisanos! De pronto, como el destello de una luciérnaga en medio de la oscuridad del campo, irrumpe la adorable camarada Dolly de brazo de un mozalbete al cual nos presenta.

Os confieso que me emociono sobremanera la sinceridad rayana, y a todas luces consciente, que irradiaba este muchacho. A pesar de su talante y vestimenta a la usanza de la juventud de hoy, cosa, desde luego, que no hace al monje, de inmediato se nota la diferencia; soñador, reflexivo, de hablar pausado, sentido de lo que dice, juicioso, sensato, y con una madurez tal que lo sitúa por encima de lo común de la juventud de hoy. Todo lo refleja a simple vista. Me refiero a Jochy, de apodo, y José Luís Marmolejos Hernández, de nombres y apellidos.

Nos comunica que era el resultado, como pintor, de nuestro gran Silvano Lora, el quijote de la plástica dominicana. Esta confesión evidencia la gran humildad, la sinceridad limpia y pura que le adorna.

Es inverosímil toparse con un artista que diga, que admita, con tal diafanidad, las influencias que lo normaron en el proceso de su formación como creador sin pensar que se auto disminuye.

Soy medio olvidadizo, ¡muy olvidadizo!, mejor dicho, y mientras el jovencito me hablaba sobre el por qué emprendió el camino creativo, de sus travesías con Silvano en los contestatarios y celebres capítulos de la Bienal Marginal, de sus sueños compartidos, de sus metas como artista de las plásticas, y sin poder evitarlo, sin importarme el que es irrespetuoso no escuchar al que nos habla, y aprovechando que todavía nadie lee el pensamiento, me eché en brazos de la remembranza; volví a los años 80s a deambular con el maestro comunista para, Brochas y pinceles en manos, ir vistiendo con arco iris de rebeldía y promesas fundamentadas, las paredes desnudas de nuestros desventurados barrios.

Con Silvano al frente, un entusiasta ejército de jóvenes militantes comunistas, marchaba bajo férvido sol a cumplir la orden del día, a pintar el mural del día. Calmábamos la sed tan solo con un coco de agua, mitigamos el hambre con una masita de harina, costumbre adquirida por el maestro en las cárceles de los regimenes por él combatidos. ¡No podía darnos más el insigne maestro!, o no había para más. Es que eran días duros para el ejercicio legal de la política de izquierda. Pero después de todo, nos sabía a gloria aquel manjar de pueblo.

Mientras no concluíamos el mural del día, nadie se marchaba. Es que era incansable el maestro constructor de sueños a golpes de color, pincel, brocha e ideas.

Con el tiempo, esta sería una de las anécdotas preferidas para los camaradas que disfrutamos la extraordinaria oportunidad de beber la sabia de tan ilustre pincel.

Fue una gran experiencia recorrer nuestras calles y callejones al lado de Silvano, plasmando cada rincón de hermosos murales. Tarea, que por si sola, marcaba un hito en la débil historia del muralismo criollo

Además, vino a mi mente el agitado día en que una brigada del PCD, capitaneada por Silvano, se disponía a pintar un mural en las paredes del colegio Don Bosco de la 27 de febrero. Allí tuvimos que emplearnos a fondo; usar toda nuestra artillería pesada para lograr concluirlo en un solo día, pues, al cura párroco Luis Rosario se le ocurrió impedírnoslo tirándonos a la policía. Lo mismo que hicieron los judíos cuando usaron a la soldadesca Romana contra Cristo y sus primeros seguidores. El primer grupo que se llevaron estaba compuesto por Silvano, León Dotel, la dulce e imponente Lucia Guerra y la tierna Minú Tavares Mirabal.

A Silvano, así como a León, lo metieron en solitaria. A Minú y a Lucia las encerraron en el cuartel policial de RTVD.

Aquel día pintó hasta la vigilancia, pues, no podíamos darle el gusto a los aparatos represivos del sistema y a una de sus más eficaces molduras ideológicas, la facilidad de impedir tan solemne tarea.

Luego siguió el segundo equipo capitaneado por el aguerrido Perichito y compuesto por Fernando Corona y otros tantos… también fueron apresados.

Siguió otro grupo, y corrió la misma suerte. Éramos 18 camaradas, más el primer grupo, todos caímos presos, pero no se le dio el plan a los aparatos del terror y a la iglesia. Se termina el mural cuando Manuel Cueva se pone al frente de la última brigada.

Pasamos 15 días encarcelados, precedidos por una cruel travesía que se inicia en el palacio de la policía, el cuartel de la Bolívar y terminando en las ergástulas de la Victoria. Tan solo por ejercer un derecho que supuestamente avalan los principios de la llamada democracia que nos desgobierna.

Vino a mi mente, el día en que pintamos el mural cerca del cuartelito de la Bolívar, el de la calle Jacinto de la Concha. Los actos del conde, de Alfredo Pierre preparando la gigantesca canva para el mural de fondo, Peña armando la tarima, la Morena Teresa, Feliz bregando con el sonido que nunca a servido, el culebro Dotel confiscando la energía eléctrica de cualquier palo de luz, el inefable Lara privando en relacionador publico del maestro, en fin, ¡eran tantas los recuerdos de aquellos tiempos idos que!… bueno, ya dije que era muy olvidadizo, y medio me salí de lo fundamental del tema.

Al igual que su mentor en las plásticas, Jochy es un experimentador con materiales extra pictóricos, de esos que albergan en los zafacones y basureros, en un rincón olvidados de nuestra casa, o de una calle del centro de la ciudad o de un barrio cualquiera. Un fragmento de tela sucia, una vieja aldaba, un pedazo de zinc, un viejo y oxidado tenedor, una cuchara, un plato de porcelana barata, un poco de alambre dulce desgastado por el oxido, servirá para amarre de un manojo de cosas, aparentemente inservibles, que cobran vida, elegancia y carácter en una significativa obra de arte que, en manos de jochy, resplandece con el brillo que le imprime el talento y el vigor de una juventud inquieta, rebelde y luchadora por causas redentoras.

De nuevo Silvano irrumpe a mi memoria: lo veo ahora mismo, cargando hojalatas, pedazos de alambres de púas oxidados, trozos maderas vieja, clavos de zinc, cajas, cartones de colores, tapitas de coca colas… deshechos que la sociedad de consumo, por su estupidez mercurial y desobediente, ya no le ve ningún valor, pero que los ojos del artista, por el contrario, visualizaban de antemano, un resultado diferente como materia prima para su creación, creación que se multiplicaría en muchos Jochy como muestra de que el arte se encuentra, fundamentalmente, en lo más profundo del alma de la gente sensible.

Es por ello, pues, que para nosotros, creadores, seria un crimen el marginarnos de nuestro entorno. Debemos lanzar nuestra red creativa en medio de la gente, cautivarla y aprehenderla cual pez del Jordán, que solo se dejó pescar cuando el Mesías lo quiso para los suyos.

De manera que, de aquel encuentro, surge entre Jochy y nosotros el solemne compromiso de realizar la primera exposición pictórica de un real alumno del maestro comunista en los salones de nuestro local central en Santo Domingo.

Es Jochy, una joven promesa de las plásticas consciente, avalada en la necesidad de sentar las bases creativas de una plásticas nacional, imbuida, no solo por el dominio de la magia del buen pintar, sino, por el compromiso con lo mejor de las bregas por la sociedad que lucho e idealizó el insigne maestro comunista.

Es jochy, a su temprana edad, ejemplo del camino que debe seguir nuestra plásticas, inmersa en un mal sin sentido de una carrera desmedida y humillante que reduce al artista a un mero instrumento de competencia entres colegas que más que hermanos en el arte, parecen gladiadores en lucha por una miserable subsistencia.

Competencia desleal que lo vulnera todo, lo desconsidera todo.

Competencia destructiva, infiel, inhumana, y enajenante para el artista, como individuo y como ente social. Así no se puede, así no se debe.

Así seguiremos siendo un país sin identidad en las artes en general. Pero hay esperanza, surgiendo así un Jochy multiplicado, diciéndole al país que a pesar de esta sociedad injusta y cruel, es posible y necesaria, una respuesta fresca, urgente y contundente de las artes plásticas en particular, y de las artes en general, que como clarinada anuncie el principio de la batalla por un nuevo orden de las artes en nuestro país.

Gracias Jochy, por tan noble esfuerzo de solidaridad con nuestro pintor nacional.

Gracias Jochy por este, el mejor homenaje que se le pueda brindar a nuestro quijote de las plásticas, a nuestro inmenso Silvano Lora.


Esta es la mejor forma en que Silvano querría ser recordado, estamos seguros.

Verano 2007



1 comentario:

Orlando dijo...

Bello , bello , Hermoso y grandioso.
Felicidades Hermano, felicidades.